Salvaje y de un verde intenso, Bretaña combina a la perfección autenticidad y tradiciones. Con sus imponentes costas recortadas, su rico patrimonio marítimo, sus pueblos pintorescos a más no poder, sus fiestas tradicionales y sus especialidades gastronómicas, Bretaña constituye un destino privilegiado para los amantes de la naturaleza, de los parajes costeros atlánticos, pero también para regenerarse, descansar y reponer fuerzas.
Bretaña son dos países en uno, el "Armor", el país del mar en lengua celta, y el "Argoat", el país de los bosques, unos bosques primigenios de los que ya solo quedan pequeños retazos dispersos en un entorno agrícola especialmente hermoso.
Tierra tradicionalmente dura y pobre, víctima de la emigración, lugar de leyendas de navegantes y naufragios, de faros y fareros que han tratado de evitarlos luchando contra un océano tan violento como hermoso. El interior de Bretaña está salpicado de pueblos tranquilos con altivos campanarios divisándose en la distancia. Muchos de ellos conservan bellos calvarios, unas originales creaciones de los siglos XV y XVI sin parangón en la cristiandad. Aquí, como en tantos otros aspectos de su cultura, la impronta celta es patente por doquier.
El viaje empieza nada menos que con el Monte Saint Michel, la magnífica abadía en la frontera entre Bretaña y Normandía, y como no podía ser de otra forma, buena parte de las rutas que haremos son costeras, por acantilados e inmensas playas vírgenes. Los lugares elegidos para nuestra estancia en Bretaña son Roscoff, un precioso pueblo de pescadores de la costa norte, dedicado en otros tiempos a la piratería y al comercio con Inglaterra, y Trégastel, en la luminosa Costa de Granito Rosa.
Pero también haremos una incursión en el interior para conocer el mítico bosque de Huelgoat y dedicaremos especial atención a visitar pueblos y ciudades, uno de los mejores atractivos de Bretaña.
Traslado a la pequeña población de Carquefou, a las afueras de Nantes, donde pasaremos esta primera noche del viaje.
Viaje al Monte Saint Michel (200 km, 2 h 15) en el límite de la Baja Normandía con Bretaña para visitar la famosa Abadía y su precioso entorno, con una bahía en constante cambio al ritmo de las mareas.
Tras la visita nos trasladaremos a Roscoff (220 km, 2 h 30), el pequeño pueblo en la coata norte bretona el que nos alojaremos la mayor parte del viaje.
Roscoff, nuestro hogar en Bretaña, es un sitio tranquilo y verdaderamente encantador. Tras el intenso día de viaje de ayer, merece la pena quedarse aquí por un día y dedicar la mañana a recorrer caminando la vecina isla de Batz.
Por la tarde nos desplazaremos al interior para visitar dos de los más bellos ejemplos de recintos parroquiales, los de Guimiliau y Saint Thegonnéc.
Los Recintos Parroquiales son espacios anexos a las iglesias, dedicados a la pasión de Cristo, su muerte y resurrección y en los que tiene una especial relevancia el calvario. Frente a la exaltación de abadías y catedrales, los Enclós son lugares para la humildad y el recogimiento, el orgullo de la Bretaña rural.
Ouessant es el territorio francés más occidental, el último lugar del territorio metropolitano en el que se pone el sol. Una pequeña isla a la entrada del Canal de la Mancha en la que poco ha cambiado a lo largo de los siglos. Un pequeño universo bañado de espumas y corrientes marinas, de pastos verdes y pequeños rebaños, una isla luminosa por momentos y temible cuando la niebla la encierra.
Frente a Ouessant naufragaban barcos por decenas antes de la construcción de los faros, un regalo inesperado para sus humildes habitantes, en forma de restos y mercancías de todo tipo que alcanzaban sus playas.
Para llegar a Ouessant nos desplazaremos al pequeño puerto de Le Conquet y tomaremos el ferry, que en poco menos de una hora alcanza la isla, donde realizaremos una ruta senderista con parada en el Ecomuseo de la isla.
Esta singular península extiende tres tentáculos de tierra en el océno, entre la Bahía de Brest y la Punta de Ratz, el punto más occidental de la Francia continental. Los tres brazos son interesantes pero es el orientado al sur el más salvaje de ellos, atesorando la que es probablemente una de las playas vírgenes más fascinantes de Bretaña: la Playa de la Palu.
Gracias a nuestra visita de la Bahía de Saint Michel y a los días que llevamos en Roscoff habremos observado por nosotros mismos la potencia de las mareas en Bretaña y la importancia de conocer sus horarios y coeficientes. Junto a la cercana población de Carantec se extiende la pequeña isla de Callot, que solo es accesible con marea baja, pues la carretera que da acceso queda inundada en pleamar y no hay servicio de barcos.
El día de hoy, la ventana de marea baja es de 12:30 a 15;30 h, que es el tiempo que tendremos para recorrer caminando la isla hasta la salvaje punta norte, darnos un baño y regresar antes de que la carretera se cubra de agua.
Tras la ruta visitaremos Saint Pol de Léon, capital del Pays du Léon, tierra productora de las mejores alcachofas de Francia. Saint Pol es una ciudad marítima, agrícola y también monumental, con un patrimonio religioso en el que destaca la catedral, que da cuenta de la antigua importancia de la ciudad.
Hoy abandonaremos Finisterre para conocer el vecino Departamento de las Costas de Armor, cuyo clima más benigno atrae con fuerza el turismo balneario, haciendo de lugares como Perros Guirec destinos muy populares para veranear.
La costa de granito rosa hace referencia al color de las piedras presentes en esta parte de la costa bretona, cuyas formas caprichosas crean paisajes verdaderamente sugerentes.
La ruta finaliza en el mismo hotel en el que nos alojaremos las dos próximas noches.
Los acantilados de la costa de Plohua, de casi 100 m de altura en algunos puntos, son los más altos de Bretaña y una de las más bellos rincones de la Côte d'Armor. La zona es famosa también por haber sido escenario de arriesgadas operaciones de rescate de pilotos aliados en la II Guerra Mundial, para hacerlos escapar de los nazis en la Francia ocupada.
Camino ya de Nantes vamos a dedicar unas horas a Dinan (175 km, 2 h), una de las más hermosas ciudades medievales de Bretaña. Antigua sede de los Duques de Bretaña, rodeada por las murallas más importantes de la región, es por excelencia el dominio de las casas con entramados de madera típicamente bretonas.
Tras la visita seguiremos camino al aeropuerto de Nantes (175 km, 2 h), donde tomaremos el vuelo de regreso.