En esta etapa entre la playa de Espasante y Porto Barqueiro saldrán a nuestro pedaleo multitud de bellas playas, como las de Arealonga, Esteiro, Bimbieiro y Concha, salpican el trazado; espectaculares acantilados las separan, donde disfrutar de parajes desde el mirador de Coitelo (“el mejor banco del mundo”) en un entorno, habitado por gentes ligadas al mar, en pueblos con sabor marinero como O Vicedo y O Barqueiro.
En nuestro pedaleo por un tramo costa muy abrupta, que convierte esta etapa en la más exigente pero una de las más bellas, culminamos el recorrido junto a la ría de Viveiro, dejando atrás bellas playas como las de Covas y Abrela, el Conjunto etnográfico O Cargadoiro, la Cruz de San Román y su playa homónima o el "Fuciño do Porco", cuya senda recorreremos a pie para asomarnos a sus fabulosos acantilados.
Numerosas playas nos despiden a la salida de Viveiro y Celeiro a través de caminos que foman parte de las grandes áreas protegidas de la costa, santuario de un sinfin de especies vegetales así como de aves. Pronto los acantilados darán paso a los bosques de eucaliptos y esquivaremos muy acertadamente el gran complejo industrial que nos avisa de la proximidad de San Cibrao, agradable pueblo de pescadores que culmina en su espléndido mirador sobre el Cantábrico.
Desde el pueblo pesquero de San Cibrao se recorre un largo tramo de paseo marítimo que discurre solidario a los acantilados, y atravesando las playas de La Marosa, La Rueta o El Ril, que se alternan con vestigios de antiguos asentamientos como el Castro de Llas y el Castro de Fazouro; más tarde nos recibe el puerto pesquero de Burela y tras bordear y cruzar la ría de Fazouro nos aguarda la villa pesquera de Foz y su espectacular estuario.
Dos monumentos naturales jalonan esta sencilla etapa: primero la desembocadura del río Masma que forma la ría de Foz, y tras recorrer luego multitud de bellas playas en este tramo de litoral, se llega entre pasarelas de madera y miradores a la playa de las Catedrales, uno de los grandes atractivos turísticos de La Mariña; pocos kilómetros de costa más adelante, la pequeña villa de pescadores de Rinlo, que evoca a las aldeas de la Bretaña francesa, marca el final de esta etapa.
Los caminos de tierra y estrechas carreteras que serpentean por este tramo de costa en la que los acantilados vuelven a ser los protagonistas, nos llevan en esta corta etapa hacia la inmensa ría de Eo que nos recibe con el Fuerte de San Damián, con su espléndido faro y el antiguo cargadero de mercancías convertido en mirador suspendido sobre la ría. El casco antigüo de Ribadeo pone el punto final a la ruta.